viernes, marzo 28, 2008

La Ciudad de la Esperanza

En fechas recientes decidí cambiar mi lugar de residencia, de Guadalajara a México DF. Ya llevaba tiempo con esto en mente, por lo que aproveché una oferta laboral interesante para cambiar de aires, y cambiarme a la enorme Ciudad de la Esperanza.

¿Por qué tantas ganas de cambiarme al DF, a una ciudad conocida mundialmente por sus problemas de contaminación y tráfico? A ciencia cierta no lo sé. Desde que tenía como 12 años, y tras un muy divertido viaje a México, he tenido una extraña (y compartida con muy poca gente) afinidad hacia la Ciudad de los Palacios. Y la verdad es que, a la fecha no me arrepiento del cambio de domicilio.

México, por lo menos para mí, es una ciudad mágica, con un ritmo y sentimiento único. Tal vez el hecho de que tiene más de 500 años de historia tiene algo que ver con eso, o tal vez es el hecho de que hay 20 millones de personas en ella. O tal vez no es nada de eso. El punto es que, 4 meses después de vivir aquí, no dejo de sorprenderme con las cosas que he ido conociendo, en lo que mis experiencias mutan del turista enamorado de la ciudad, al habitante que no deja de sorprenderse. Ha sido fantástico, y aterrador a la vez. Pero bueno, de eso está hecha la vida a final de cuentas.

Poco a poco voy conociendo la ciudad. Poco a poco he ido descubriendo esos pequeños lugares (y momentos) mágicos y diferentes que hacen a la Ciudad de México una de las más asombrosas del mundo. Hay lugares a los que aún no me animo a ir, pero que espero poco a poco lo iré recorriendo. La Ciudad de México es, a fin de cuentas, un ser enigmático que hay que ir conociendo despacio, hay que irse perdiendo en su tentáculos, para poco a poco ir descubriendo esos secretos que llevan cientos de millones de vidas formándose.

Siempre recuerdo una plática que tuve con mi papá, en la que hablaba de por qué los beatniks americanos se fueron a vivir al DF, en lugar de sitios más mágicos como Oaxaca o Chiapas. Su respuesta: No hay ciudad más mágica en el mundo que el DF. Y saben qué, es cierto.