martes, febrero 20, 2007

La vida, ¿un derecho o una obligación?

Es imposible ver la película de Mar Adentro (Alejandro Amenábar, 2004), salvo que uno sea muy cínico, sin evitar verse conmovido ante el sufrimiento y la lucha de Ramón Sanpedro (interpretado por Javier Bardem), un tetrapléjico que tras 26 años de poder mover más allá de la cabeza, quiere poner un fin digno a su vida.

Conforme la película va pasando, nos vemos expuestos al enorme esfuerzo que significa para Ramón el llevar una vida más o menos normal. Al no poderse mover, queda relegado a la ayuda de otras personas para las cosas más básicas, tales como ir al baño, o hasta rascarse, como él mismo menciona en la película. Sin embargo, a la vez vemos a una persona intelectualmente funcional, capaz de discutir tanto de los temas más triviales, como de su accidente, o de sus razones por las que quiere dejar de vivir.

Y es a través de las razones que Ramón da a diversos personajes de la película como nos vamos enterando del por qué ya no quiere vivir. Aún y cuando presenciamos, y escuchamos, a una persona llena de vida, a pesar de su carencia de movimiento, y totalmente lúcida, también vemos a una persona que ya ha perdido toda esperanza, y que solamente espera ya una muerte digna para terminar con su indigna condición.

A final de cuentas, estamos frente a una película que nos muestra los diferentes argumentos y posturas que hay en torno a la eutanasia. En cada uno de los personajes de la película, como la cuñada que lo cuida “como a un hijo”, su hermano, un férreo opositor a la eutanasia que argumenta que “en su casa nadie se va a matar”, su padre, qué melancólicamente dice que lo peor que hay es “tener un hijo que se quiere matar”, o un sacerdote, tetrapléjico también, que discute en base a la moral y al pecado, vemos las diferentes razones, éticas, morales, religiosas e incluso costumbristas que hay sobre este tema.

La eutanasia siempre será un tema bastante difícil de discutir, ya que envuelve muchísimos factores, muchos de los cuales la mayoría no estamos preparados para discutir. De cualquier manera, en este ensayo se tratarán de cubrir algunos de los argumentos más comunes que se escuchan en torno a esto.

Primero que nada, lo podemos observar desde el punto de vista religioso. De acuerdo con la gran mayoría de las religiones cristianas, qué son las que conozco y de las que puedo opinar, el cuerpo es el templo de Dios, y como tal, dañarlo intencionalmente sería como dañar un altar, o un templo. Como segundo argumento tenemos la creencia de que Dios es el creador y dador de vida, y como tal, solamente Él tiene la facultad de decidir terminar la vida. En resumidas cuentas, de acuerdo con el cristianismo, el suicidio es un pecado mortal, y de los peores, por lo que el suicida se va directo al infierno (ya lo vimos en la Inferno, de Dante, donde incluso los suicidas tienen su propio “piso” en el infierno). Dado que es un pecado gravísimo, de acuerdo con la mencionada religión, ningún creyente puede practicar la eutanasia, practicársela a alguien más, o incluso permitir que la practiquen, so pena de pecar (recordemos que la omisión es también un pecado).

Sin embargo, el punto de vista de religioso no es tan conclusivo, porque depende mucho de la creencia de cada persona, y no necesariamente lo que una religión predica es lo que otras religiones predican. Además, una religión que predicara que la eutanasia está moralmente aceptada, se quedaría muy pronto sin muchos seguidores.

Por otro lado, tenemos el punto de vista legal, el cual es, a final de cuentas, el modo más equitativo de regla, ya que rige a todos los ciudadanos, y no está basado en ninguna creencia en particular. De acuerdo con prácticamente cualquier ley desde el Código de Hammurabi, asistir a otra persona a morir es considerado un delito. Sin embargo, hay otro punto a considerar, y es el caso del suicidio. De acuerdo con la ley, el suicidio no es considerado un delito. Sin analizamos a fondo esto, quiere decir entonces que la vida es propiedad de cada individuo, y si este individuo desea terminarla, entonces está en su pleno derecho. Y esto es bastante obvio. Una acción se considera un delito cuando la parte que está recibiendo la acción saldrá lesionada (ya sea física, emocional, económica, o legalmente) por la acción. Dado que en el suicidio, la víctima (el mismo suicida) no sale lesionado, dado que recibe lo que quiere (la muerte), entonces, no hay individuo a proseguir.

Si es así, entonces ¿por qué la eutanasia es un delito? La eutanasia es, de manera simple, el pedirle a otra persona que cometa el suicidio por nosotros. Trazando un paralelismo, robar dinero es un delito, pero si yo le doy el dinero a otra persona para que se lo lleve, se trata de un préstamo, el cual no es un delito. ¿Por qué entonces el pedirle a otra persona que se lleve nuestra vida no es legal?

Otro punto a considerar son las garantías individuales. La mayor razón por la que matar es el delito más grave que hay, es porque la primera garantía individual, y la más importante, es el derecho de cualquier persona, independientemente de su sexo, creencia, religión o nacionalidad a la vida. Dado esto, entendemos que ninguna persona tiene derecho a negarle a otro la vida. Pero entonces, ¿qué hace una persona que no quiere la vida?

Y es este el argumento que más peso tiene a favor de la eutanasia, y el que me convenció a mí en lo particular. Tal y como lo menciona Ramón en la película, todo hombre tiene el derecho a la vida. Sí, tenemos el derecho a vivir tan plenamente como queramos. Pero el impedir a una persona a morir si ésta así lo desea vuelve a la vida no un derecho, sino una obligación. Al ser la eutanasia ilegal, estamos obligando a vivir a personas que no lo desean. Tomando un poco la proporción, estamos “secuestrando” a estos individuos, haciéndolos vivir cuando lo que ellos quieren es morir.

Si recordamos el segundo postulado del imperativo categórico de Kant reza: “Una acción es moralmente correcta sí y sólo sí al realizarla la persona no usa a otros como medio para prosperar, sino también respeta y desarrolla la capacidad para elegir con libertad”. Si el estado le niega a una persona el deseo de morir, entonces el estado no está respetando y desarrollando la capacidad de elegir con libertad de dicho individuo. Ciertamente, obligar a una persona a asistir o a recibir la eutanasia sería éticamente incorrecto, dado que entonces se usaría a otras personas para obtener un fin, sin embargo, el negárselo a la persona que de manera voluntaria lo desee atenta contra su capacidad de elegir y contra su libertad, lo cual lo vuelve poco ético.

La eutanasia es y será un tema altamente controversial, en gran medida por la enorme influencia que todavía tiene en nuestro país la religión. Conforme la sociedad vaya evolucionando, y el estado con ella, hacia una sociedad más enfocada al liberalismo, y a la independencia de pensamiento, entonces este tema será mucho menos controversial. Digo, a final de cuentas, la libertad más preciada es la libertad de vivir. ¿Por qué entonces, no permitirle a quién quiera la libertad de morir?

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